Texto publicado como el artículo «La vergüenza como barrera en la experiencia sociosexual» el 27 de noviembre de 2024 por el mismo autor en la página verificado.com.mx
El placer, el deseo, la sexualidad y el cuerpo son temáticas ampliamente abordadas en la historia del pensamiento universal, incluso, se puede afirmar que son tan antiguas como la humanidad misma que se encuentra frente al cuerpo y trata de explicar lo que le ocurre.
Esa necesidad de explicación surge porque lo que se vive en el cuerpo está inscrito en un campo semántico que le da un sentido cultural y simbólico, por lo que las experiencias del cuerpo se encuentran acotadas dentro de jerarquías y sistemas de pensamiento, las cuales le imprimen a cada evento un calificativo que sirve para normar y regular el cuerpo (Sánchez, 2024).
El cuerpo se convierte en el objeto de estudio en la sexualidad, donde la sociología se ocupa de las estructuras de poder que dan sentido de lo prohibido, de lo vergonzoso, de lo castigado, pero también de lo permitido, de lo placentero, de lo reconocido. Pero la democratización de los saberes y la apropiación de derechos acerca de las diversas formas de placer sexual, aún parecen estar lejos de alcanzarse (Sánchez, 2024).
Es de esta manera que aparece el fenómeno de la vergüenza, el cual se manifiesta cuando existe el proceso de socialización, ya que es un efecto social y no tiene un detonante biológico. Este fenómeno se puede visualizar desde cinco perspectivas diferentes: la antropológica, la sociológica, la ética, la psicológica, y la histórica.
Por otra parte, la vergüenza es un efecto que se activa cuando, frente a una experiencia continuada de interés-entusiasmo o disfrute-alegría se instala una barrera que disminuye, pero no elimina del todo este interés o disfrute (Warthon, 2008). Sin duda, la vergüenza tiene implicaciones en cuanto su articulación con otros fenómenos de la organización psíquica.
El portador del detonante social de la vergüenza es el ojo de la otredad, el ojo de la comunidad que funciona como autoridad moral o de juicio, el ojo que aprueba cuando se cumplen las normas y reglas comunitarias. La vergüenza es una emoción de origen narcisista, que se observa desde lo corporal y que al ocurrir este fenómeno incluye una pérdida del control para la persona (Warthon, 2008).
La vergüenza, además de ser heteronormativa, suele ser racista, misógina, sexista, xenofóbica, transfóbica y aporofóbica, porque filtra cuáles son las expresiones y comportamientos del cuerpo que pueden mostrarse y celebrarse y cuáles deben ser silenciados y criminalizados (Sánchez, 2024).
La persona que sufre vergüenza y se percibe como si estuviera desprovisto de protección, de compañía, de cobijo, vulnerable a la mirada o a la agresión de los demás, sea una agresión directa, una burla o el sarcasmo, además de un estado en el que se encuentra impedido de alguna manera de poder defenderse (Warthon, 2008).
La vergüenza, según Anthony Steinbock, es una emoción moral de auto-donación, una emoción que se devuelve a uno mismo, expuesto, en presencia de la otredad, provocando una experiencia auto-reveladora (Steinbock, 2020, como se menciona en Santos-de-Torregroza, 2023). Además, es una emoción disruptiva porque se convierte en un freno de golpe en la experiencia sociosexual, es decir la limita, provocando la desconexión, en contraposición al erotismo, que promueve la conexión con las otras personas.
La vergüenza puede ser canalizada o suprimida por otros efectos, como un efecto erótico, o incluso el enojo o el miedo. La vergüenza simple puede ser fácilmente transformada en una emoción de vergüenza más profunda, primero y mayormente mediante la imaginación y la fantasía (Heller, 2003).
Se puede afirmar que el cuerpo “ha sido escenario de luchas de poder y control histórico, en donde la vergüenza y la búsqueda de derechos confluyen de formas complejas en torno a la construcción social del deseo y del placer” (Sánchez, 2024, p. 9).
Por lo anterior, el placer resulta peligroso para el orden social, porque se inscribe en el plano de las libertades humanas, en el goce de la vida, por lo que disminuye el margen del control que se puede ejercer sobre las personas y sus conciencias.
En el ámbito del placer y el erotismo, la vergüenza convence a las personas de ser inadecuadas y las aleja a través de la construcción discursiva, de las posibilidades de politización del deseo, de los espacios en donde se pueden discutir y deconstruir las percepciones del propio cuerpo (Sánchez, 2024).
Vale la pena hacer consciente esta vez que el uso de la vergüenza como mecanismo de control social es intencional y sumamente efectivo, por lo que es necesario darse cuenta y deconstruir gradualmente los condicionamientos y programaciones que provocan que existan limitantes en nuestro ejercicio libre de la sexualidad, en favor de tomar decisiones conscientes desde la autonomía y el bienestar personal.
Referencias
- Heller, A. (2003). Five approaches to the phenomenon of shame. Social Research: An International Quarterly, 70(4), 1015-1030.
- Sánchez, C. (2024). El placer y la vergüenza en la sociología del cuerpo. Un abordaje feminista desde el concepto de “miseria sexual”. Latin American Studies Association.
- Santos-de-Torregroza, L. (2023). Fenomenología de la humillación y la vergüenza en la violación sexual. Latin American Journal of Humanities and Educational Divergences, 2(2), 144-157.
- Warthon, D. (2008). Sexualidad infantil y vergüenza: El color del erotismo y el amor a sí mismo. Revista Psicoanálisis N° 6 (Lima).