Texto publicado como el artículo «Género: Mirada, interpretación y lectura» el 16 de octubre de 2024 por el mismo autor en la página verificado.com.mx
Las categorías son instrumentos analíticos que nos permiten entender desde una mirada científica, social, antropológica, etc. diversos fenómenos. La clase social o la etnia, son dos instrumentos con gran longevidad y aplicación tanto en el campo académico, como en el sociocultural. Sin embargo, otra categoría con gran relevancia en la actualidad es el género, el cual realmente es una herramienta de reciente definición.
Uno pudiera decir de la manera más transparente y directa, pero ¿género y sexo no son lo mismo? La duda respecto a estos dos conceptos es común ya que ha sido legitimado e institucionalizado de esa manera en nuestra sociedad y cultura occidental, especialmente en México, por lo que es importante hacer consciente el origen de esta diferencia.
Sus puntos de partida se pueden encontrar en la filósofa feminista francesa Simone de Beauvoir, quien afirmó en su libro El segundo sexo (1949) que “una no nace, sino que se hace mujer” (Beauvoir, 1949, como se cita en Lamas, 1996, p. 9).
Dentro de su línea de pensamiento, Beauvoir plantea que las características humanas consideradas como “femeninas” son adquiridas por las mujeres mediante un completo proceso individual y social, en lugar de derivarse de manera “natural” de su sexo asignado al nacer (Lamas, 1996).
El género, ¿a qué hace referencia? “el género, en el contexto occidental, es la construcción social y cultural de roles, conformada históricamente, que atribuye capacidades específicas, asigna espacios y da prioridades a cada sexo” (Muxí, 2019, p. 20).
Y en lo mencionado se debe hacer hincapié en tres conceptos base: sexo biológico o asignado al nacer, rol de género y expresión de género. Tradicionalmente, estos tres conceptos han estado conectados y hasta se podría decir que parecen indistintos, sin embargo, pueden ser tres elementos o vectores diferentes de una persona.
Como ejemplo puntual, de manera normativa se puede decir que una persona que nace con vulva y ovarios se le asigna al nacer el sexo biológico de hembra, por lo tanto, tiene el destino aparentemente “natural e inalterable” de tomar un rol de género de mujer dentro de su núcleo familiar y social, donde la expectativa es que desarrolle rasgos femeninos, una personalidad enfocada en el cuidado, un rol dependiente del hombre y enfocado en lo doméstico, en la casa, más no en lo público.
Y de la misma manera, para continuar con lo anterior al ser mujer biológica y con un rol de género de mujer, entonces por lógica se tendría que optar por una expresión de género femenina, es decir un gusto y atracción por el uso de vestimenta, accesorios y maquillaje, que enfaticen estas características estereotípicas.
En esencia, lo que se acaba de describir suena muy normal y muy lógico, casi una fórmula repetible e inalterable, hasta que nos damos cuenta que somos personas que se transforman y evolucionan multifactorialmente conforme a nuestro contexto de crianza, educativo, familiar, relacional, laboral y experiencial, y que no tenemos que seguir patrones de conducta o expresarnos de una manera particular como un deber absoluto.
A partir de lo anterior, es evidente que las historias de vida de todos los seres humanos son distintas, y que querer encasillar en un solo patrón, y desde una perspectiva binaria a todas, todos y todes, no es más que una ilusión con intenciones reductivistas y dentro de una clara estructura de poder.
Desde una visión de lo normativo “el campo del género performa una operación reguladora de poder que naturaliza el caso hegemónico y reduce la posibilidad de pensar en su alteración” (Butler, 2004, p. 70-71). Mientras más se vea como natural una operación como el binario en el género, más se piensa que es la única opción posible, invisibilizando por completo otras posibilidades.
Otro de los efectos de la institucionalización del género es la desigualdad de los mismos, es decir la asimetría social y de género. En este caso “son muchas las interpretaciones sobre la asimetría social de los sexos que terminan justificándola como una cuestión ‘natural e inevitable’ “(Lamas, 1996, p. 105).
Entonces, si se puede identificar precisamente donde yace el origen de la diferencia sexogenérica, y por consiguiente la construcción psicosocial binaria, entonces es posible realizar un proceso de resignificación y deconstrucción, ya que son operaciones sociales y personales que se basan en decisiones que pueden cambiar y transformarse con el tiempo, ya que tenemos derecho a la autodeterminación y el libre desarrollo de la personalidad, además que “el esquema tradicional de género aparece ‘cruelmente anacrónico’ ” (Lamas, 1996, p. 364).
La realidad que vivimos actualmente favorece a una tendencia clara hacia la equidad en roles, derechos y responsabilidades como personas, más allá del horizonte binario hegemónico y heteronormado, porque es indudable que la historia sobre el género no termina aquí, hay mucho más que analizar, entender y atender.
Referencias
- Butler, J. (2004). Deshacer el género. New York, NY: Routledge.
- Foucault, M. (2007). Historia de la sexualidad 1. La voluntad de saber. México, DF: Siglo XXI Editores.
- Lamas, M. (1996). Género: La construcción cultural de la diferencia sexual. México: Universidad Nacional Autónoma de México: M.A. Porrúa.